"Los breves relatos con los que el niño Martino nos hace saber que en aquellos tiempos se escribía con plumilla de latón o pluma de ave, que en la escuela se enseñaba a los alumnos cómo cortar esta última para que la punta permitiera trazar la fina caligrafía de la época, que se usaba tinta china pero también podía prepararse una con madera de palo de tinte, que el papel cartulina servía para fabricar naipes y el papel de arroz para liar tabaco, que el mejor para escribir era el papel florete, que antes de escribir en el de segunda había que alisarlo con una piedra ágata, y que cuando Miguel Hidalgo derogó el uso de papel sellado hubo escasez generalizada de papel en toda la provincia. Nos hace saber también Martino que para ir de Mérida a Bacalar "los viajeros caminan durante diecinueve días. Recorren húmedos senderos bajo árboles de copal y de hule, de cedros y ceibos", y que "en El Cedral deben atravesar pantanos que en tiempos de lluvia están repletos de caimanes", por lo que "es mejor emprender el viaje en la temporada de sequía, de otro modo el lodo hace muy penoso el andar y los cocodrilos pueden tragar de un solo mordisco a cualquiera de tus mulas." Nos describe Martín Ramos con su excelente prosa aquel mundo a través de los ojos, los recuerdos y las vivencias de Martino, aquel mundo enlazado por el comercio con Cuba, Belice y Veracruz, en que "los solitarios pueden tener un manatí como mascota, los solterones y las viudas consiguen fácilmente un loro parlante o un mono saraguato, y hasta el más humilde de los aldeanos tiene hermosas cajitas de nácar y alisa su pelo con peine de carey."--P. Web editorial

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